#adela y sus bebés
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fairytale-feeling · 6 years ago
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Breastfeeding.
Poder tener la opción de amamantar había sido algo que Adela deseaba con ganas. Quizás, una de las cosas que más le dolía del hecho de que sus hijos nacieran prematuros fuera el no poder alimentarlos directamente y tener que sacarse leche todos los días para que sus bebés fueran alimentados por sondas. Eso hasta que aprendieron, por fin después de dos semanas, a succionar del biberón sin olvidar el tragar y respirar. Había sido un proceso de adaptación para los gemelos, desde usar el chupete para succionar, hasta tomar leche del biberón sin ahogarse y hoy, por fin, intentarían hacerlo desde el pecho. Sería mentira decir que Adela no estaba nerviosa pero por sobre todo ansiosa y emocionada. Teóricamente sabía cómo alimentar a los dos al mismo tiempo pero ya había descubierto que en la práctica todo era mucho más complicado y había que ir buscando las propias formas de hacer las cosas. En la habitación con las dos pequeñas cunas de vidrio, se encontraban la matrona especialista en lactancia, Max (el médico de los bebés), Mors y Adela sentada en el sillón de siempre al medio de ambas cunas. Ambos padres ya habían tenido una charla de “inducción” sobre cómo enfrentar la lactancia materna, los posibles escenarios y cómo enfrentarse a cada uno de ellos. La matrona ya había advertido que ella no haría nada a no ser que fuera necesario, que era algo que los padres debían hacer solos pues así estarían en un par de días y mejor empezar a practicar desde ahora. Ambos bebés estaban despiertos y en la misma cuna, los dos llevaron la mirada a su padre cuando éste se acercó al pequeño para tomarlo en brazos, quejándose levemente, solía hacerlo cuando lo tomaban y se le atribuía a lo incómodo que le resultaba el brazo inmovilizado por la fractura al nacer. Adela extendió sus brazos hacia su hijo mientras Mors se lo entregaba con cuidado, ambos tomándolo como si fuera el cristal más delicado de todos.
- Ven, mi amor -murmuró Adela hacia el bebé, sonriendo suavemente como cada vez que miraba a cualquiera de sus hijos y lo acunó en sus brazos hasta acomodarlo cerca de su pecho ya al descubierto-. ¿Tienes hambre? -habló con ternura única nuevamente hacia el pequeño, ayudándolo a encontrar el pezón hasta que se afirmó de él, demoró un poco en comenzar a succionar y no fue necesario decir nada; Adela alzó la mirada hacia Mors, quien ya estaba con la pequeña bebé acunada entre su pecho y brazos, con una sonrisa emocionada y sus ojos cristalizados por las lágrimas de aquella misma emoción. Era sin duda una sensación inexplicable y aunque no fuera a decirlo, agradecía el poder compartirlo con quien debía, con su marido. Luego fue el turno de acomodar a Ágatha en  el pecho libre, siendo más necesaria la ayuda de Mors al tener Adela un brazo ocupado con el otro bebé. Con delicadeza ambos lograron lo mismo que con el primero y esta vez las lágrimas habían sido incontenibles; por fin podía alimentar a sus hijos y eso no significaba más que los gemelos estaban creciendo, desarrollándose y que pronto podrían irse a casa con sus papás. Cada pequeño paso, como este, era uno grande y hacía sentir el orgullo de madre de Adela, seguramente Mors sentía lo mismo y volvió a mirarlo, compartiendo en aquella mirada ese pensamiento, acompañándola con una leve sonrisa antes de regresar a sus hijos que parecían ya haberse acostumbrado al amamantar.
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super-cannes · 2 years ago
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la casa de adela (un cuento de Mariana Enríquez)
Todos los días pienso en Adela. Y si durante el día no aparece su recuerdo —las pecas, los dientes amarillos, el pelo rubio demasiado fino, el muñón en el hombro, las botitas de gamuza—, regresa de noche, en sueños. Los sueños con Adela son todos distintos, pero nunca falta la lluvia ni faltamos mi hermano y yo, los dos parados frente a la casa abandonada, con nuestros pilotos amarillos, mirando a los policías en el jardín que hablan en voz baja con nuestros padres.
Nos hicimos amigos porque ella era una princesa de suburbio, mimada en su enorme chalet inglés insertado en nuestro barrio gris de Lanús, tan diferente que parecía un castillo, y sus habitantes, los señores, y nosotros, los siervos en nuestras casas cuadradas de cemento con jardines raquíticos. Nos hicimos amigos porque ella tenía los mejores juguetes importados, que le traía su papá de Estados Unidos. Y porque organizaba las mejores fiestas de cumpleaños cada 3 de enero, poco antes de Reyes y poco después de Año Nuevo, al lado de la pileta, con el agua que, bajo el sol de la siesta, parecía plateada, hecha de papel de regalo. Y porque tenía un proyector y usaba las paredes blancas del living para ver películas mientras el resto del barrio todavía tenía televisores blanco y negro.
Pero, sobre todo, nos hicimos amigos de ella, mi hermano y yo, porque Adela tenía un solo brazo. O a lo mejor sería más preciso decir que le faltaba un brazo. El izquierdo. Por suerte no era zurda. Le faltaba desde el hombro; tenía ahí una pequeña protuberancia de carne que se movía, con un retazo de músculo, pero no servía para nada. Los padres de Adela decían que había nacido así, que era un defecto congénito. Muchos otros chicos le tenían miedo, o asco. Se reían de ella, le decían monstruita, adefesio, bicho incompleto; decían que la iban a contratar en un circo, que seguro estaba su foto en los libros de medicina.
A ella no le importaba. Ni siquiera quería usar un brazo ortopédico. Le gustaba ser observada y nunca ocultaba el muñón. Si veía la repulsión en los ojos de alguien, era capaz de refregarle el muñón por la cara o sentarse muy cerca y rozar el brazo del otro con su apéndice inútil, hasta humillarlo, hasta dejarlo al borde de las lágrimas.
Nuestra madre decía que Adela tenía un carácter único, era valiente y fuerte, un ejemplo, una dulzura, qué bien la criaron, qué buenos padres, insistía. Pero Adela decía que sus padres mentían. Sobre el brazo. No nací así, contaba. Y qué pasó, le preguntábamos. Y entonces ella contaba su versión. Sus versiones, mejor dicho. A veces contaba que la había atacado su perro, un dóberman negro llamado Infierno. El perro se había vuelto loco, les suele pasar a los dóberman, una raza que, según Adela, tenía un cráneo demasiado chico para el tamaño del cerebro; por eso les dolía siempre la cabeza y se enloquecían de dolor, se les trastornaba el cerebro apretado contra los huesos. Decía que la había atacado cuando ella tenía dos años. Se acordaba: el dolor, los gruñidos, el ruido de las mandíbulas masticando, la sangre manchando el pasto, mezclada con el agua de la pileta. Su padre lo había matado de un tiro; excelente puntería, porque el perro, cuando recibió el disparo, todavía cargaba con Adela bebé entre los dientes.
Mi hermano no creía en esta versión.
—A ver, ¿y la cicatriz dónde está?
Ella se molestaba.
—Se curó rebién. No se ve.
—Imposible. Siempre se ven.
—No quedó cicatriz de los dientes, me tuvieron que cortar más arriba de la mordida. .
—Obvio. Igual tendría que haber cicatriz. No se borra así nomás.
Y le mostraba su propia cicatriz de apendicitis, en la ingle, como ejemplo.
—A vos porque te operaron médicos de cuarta. Yo estuve en la mejor clínica de Capital.
—Bla bla bla —le decía mi hermano, y la hacía llorar. Era el único que la enfurecía. Y, sin embargo, nunca se peleaban del todo. Él disfrutaba con sus mentiras. A ella le gustaba el desafío. Y yo solamente escuchaba y así pasaban las tardes después de la escuela hasta que mi hermano y Adela descubrieron las películas de terror y cambió todo para siempre.
No sé cuál fue la primera película. A mí no me daban permiso para verlas. Mi mamá decía que era demasiado chica. Pero Adela tiene mi misma edad, insistía yo. Problema de sus papás si la dejan: ya te dije que no, decía mi mamá, y era imposible discutir con ella.
—¿Y por qué a Pablo lo dejás?
—Porque es más grande que vos.
—¡Porque es varón! —gritaba mi papá, entrometido, orgulloso.
—¡Los odio! —gritaba yo, y lloraba en mi cama hasta quedarme dormida.
Lo que no pudieron controlar fue que mi hermano Pablo y Adela, llenos de compasión, me contaran las películas. Y cuando terminaban de contarme las películas, contaban más historias. No puedo olvidarme de esas tardes: cuando Adela contaba, cuando se concentraba y le ardían los ojos oscuros, el parque de la casa se llenaba de sombras, que corrían, que saludaban burlonas. Yo las veía cuando Adela se sentaba de espaldas al ventanal, en el living. No se lo decía. Pero Adela sabía. Mi hermano no sé. Él era capaz de ocultar mejor que nosotras.
Él supo ocultar hasta el final, hasta su último acto, hasta que solamente quedó de él ese costillar a la vista, ese cráneo destrozado y, sobre todo, ese brazo izquierdo en medio de las vías, tan separado de su cuerpo y del tren que no parecía producto del accidente —del suicidio, le sigo diciendo accidente a su suicidio—; parecía que alguien lo había llevado hasta el medio de los rieles para exponerlo, como un saludo, un mensaje.
La verdad es que no recuerdo cuáles de las historias eran resúmenes de películas y cuáles eran inventos de Adela o Pablo. Desde que entramos en la casa, nunca pude ver una película de terror: veinte años después conservo la fobia y, si veo una escena por casualidad o por error en la televisión, esa noche tomo pastillas para dormir y durante días tengo náuseas y recuerdo a Adela sentada en el sofá, con los ojos quietos y sin su brazo, mientras mi hermano la miraba con adoración. No recuerdo, es cierto, muchas de las historias: apenas una sobre un perro poseído por el demonio —Adela tenía debilidad por las historias de animales—, otra sobre un hombre que había descuartizado a su mujer y había ocultado sus miembros en una heladera y esos miembros, por la noche, habían salido a perseguirlo, piernas y brazos y tronco y cabeza rodando y arrastrándose por la casa, hasta que la mano muerta y vengadora mató al asesino apretándole el cuello —Adela tenía debilidad, también, por las historias de miembros mutilados y amputaciones—; otra sobre el fantasma de un niño que siempre aparecía en las fotos de cumpleaños, el invitado terrorífico que nadie reconocía, de piel gris y sonrisa ancha.
Me gustaban especialmente las historias sobre la casa abandonada. Incluso sé cuándo comenzó la obsesión. Fue culpa de mi madre. Una tarde, después de la escuela, mi hermano y yo la acompañamos hasta el supermercado. Ella apuró el paso cuando pasamos frente a la casa abandonada que estaba a media cuadra del negocio. Nos dimos cuenta y le preguntamos por qué corría. Ella se rió. Me acuerdo de la risa de mi madre, de lo joven que era esa tarde de verano, del olor a champú de limón de su pelo y de la carcajada de chicle de menta.
—¡Soy más tonta! Me da miedo esa casa, no me hagan caso.
Trataba de tranquilizarnos, de portarse como una adulta, como una madre.
—Por qué —dijo Pablo.
—Por nada, porque está abandonada.
—¿Y?
—No hagas caso, hijo.
—¡Decime, dale!
—Me da miedo que se esconda alguien adentro, un ladrón, cualquier cosa.
Mi hermano quiso saber más, pero mi madre no tenía mucho más para decir. La casa había estado abandonada desde antes de que mis padres llegaran al barrio, antes del nacimiento de Pablo. Ella sabía que, apenas meses antes, se habían muerto los dueños, un matrimonio de viejitos. ¿Se murieron juntos?, quiso saber Pablo. Qué morboso estás, hijo, te voy a prohibir las películas. No, se murieron uno atrás del otro. Les pasa a los matrimonios de viejitos, cuando uno se muere, el otro se apaga enseguida. Y, desde entonces, los hijos se están peleando por la sucesión. Qué es la sucesión, quise saber yo. Es la herencia, dijo mi madre. Se están peleando para ver quién se queda con la casa. Pero es una casa bastante chota, dijo Pablo, y mi mamá lo retó por usar una mala palabra.
—¿Qué mala palabra?
—Sabés perfectamente: no voy a repetir.
—«Chota» no es una mala palabra.
—Pablo, por favor.
—Bueno. Pero está que se cae la casa, mamá.
—Qué sé yo, hijo, querrán el terreno. Es un problema de la familia.
—Para mí que tiene fantasmas.
—¡A vos te están haciendo mal las películas!
Yo creí que le iban a prohibir seguir viendo películas, pero mi mamá no volvió a mencionar el tema. Y, al día siguiente, mi hermano le contó a Adela sobre la casa. Ella se entusiasmó: una casa embrujada tan cerca, en el barrio, a dos cuadras apenas, era la pura felicidad. Vamos a verla, dijo ella. Los tres salimos corriendo. Bajamos a los gritos las escaleras de madera del chalet, muy hermosas (tenían de un lado ventanas con vidrios de colores, verdes, amarillos y rojos, y estaban alfombradas). Adela corría más lento que nosotros y un poco de costado, por la falta del brazo; pero corría rápido. Esa tarde llevaba un vestido blanco, con breteles; me acuerdo de que, cuando corría, el bretel del lado izquierdo caía sobre su resto de bracito y ella lo acomodaba sin pensar, como si se sacara de la cara un mechón de pelo.
La casa no tenía nada especial a primera vista, pero, si se le prestaba atención, había detalles inquietantes. Las ventanas estaban tapiadas, cerradas completamente, con ladrillos. ¿Para evitar que alguien entrara o que algo saliera? La puerta, de hierro, estaba pintada de marrón oscuro; parece sangre seca, dijo Adela.
Qué exagerada, me atreví a decirle. Ella solamente me sonrió. Tenía los dientes amarillos. Eso sí me daba asco, no su brazo, o su falta de brazo. No se lavaba los dientes, creo; y, además, era muy pálida y la piel traslúcida hacía resaltar ese color enfermizo, como en los rostros de las geishas. Entró en el jardín, muy pequeño, de la casa. Se paró en el pasillo que llevaba a la puerta, se dio vuelta y dijo:
—¿Se dieron cuenta?
No esperó nuestra respuesta.
—Es muy raro, ¿cómo puede ser que tenga el pasto tan corto?
Mi hermano la siguió, entró en el jardín y, como si tuviera miedo, también se quedó en el pasillo de baldosas que iba de la vereda a la puerta de entrada.
—Es verdad —dijo—. Los pastos tendrían que estar altísimos. Mirá, Clara, vení.
Entré. Cruzar el portón oxidado fue horrible. No lo recuerdo así por lo que pasó después: estoy segura de lo que sentí entonces, en ese preciso momento. Hacía frío en ese jardín. Y el pasto parecía quemado. Arrasado. Era amarillo y corto: ni un yuyo verde. Ni una planta. En ese jardín había una sequía infernal y al mismo tiempo era invierno. Y la casa zumbaba, zumbaba como un mosquito ronco, como un mosquito gordo. Vibraba. No salí corriendo porque no quería que mi hermano y Adela se burlaran de mí, pero tenía ganas de escapar hasta mi casa, hasta mi mamá, de decirle sí, tenés razón, esa casa es mala y no se esconden ladrones, se esconde un bicho que tiembla, se esconde algo que no tiene que salir.
Adela y Pablo no hablaban de otra cosa. Todo era la casa. Preguntaban en el barrio sobre la casa. Preguntaban al quiosquero y en el club; a don Justo, que esperaba el atardecer sentado en la puerta de su casa, a los gallegos del bazar y a la verdulera. Nadie les decía nada de importancia. Pero varios coincidieron en que la rareza de las ventanas tapiadas y ese jardín reseco les daba escalofríos, tristeza, a veces miedo, sobre todo miedo de noche. Muchos se acordaban de los viejitos: eran rusos o lituanos, muy amables, muy callados. ¿Y los hijos? Algunos decían que peleaban por la herencia. Otros que no visitaban a sus padres, ni siquiera cuando se enfermaron. Nadie los había visto. Nunca. Los hijos, si existían, eran un misterio.
—Alguien tuvo que tapiar las ventanas —le dijo mi hermano a don Justo.
—Vos sabés que sí. Pero lo hicieron unos albañiles, no lo hicieron los hijos.
—A lo mejor los albañiles eran los hijos.
—Seguro que no. Eran bien morochos los albañiles. Y los viejitos eran rubios, transparentes. Como vos, como Adelita, como tu mamá. Polacos debían ser. De por ahí.
La idea de entrar en la casa fue de mi hermano. Me lo sugirió primero a mí. Le dije que estaba loco. Estaba fanatizado. Necesitaba saber qué había pasado en esa casa, qué había adentro. Lo deseaba con un fervor muy extraño para un chico de once años. No entiendo, nunca pude entender qué le hizo la casa, cómo lo atrajo así. Porque lo atrajo a él, primero. Y él contagió a Adela.
Se sentaban en el caminito de baldosas amarillas y rosas que partía el jardín seco. El portón de hierro oxidado estaba siempre abierto, les daba la bienvenida. Yo los acompañaba, pero me quedaba afuera, en la vereda. Ellos miraban la puerta, como si creyeran que podían abrirla con la mente. Pasaban horas ahí, sentados, en silencio. La gente que pasaba por la vereda, los vecinos, no les prestaban atención. No les parecía raro o quizá no los veían. Yo no me atrevía a contarle nada a mi madre.
O, a lo mejor, la casa no me dejaba hablar. La casa no quería que los salvara.
Seguíamos reuniéndonos en el living de la casa de Adela, pero ya no se hablaba de películas. Ahora Pablo y Adela —pero sobre todo Adela— contaban historias de la casa. De dónde las sacan, les pregunté una tarde. Parecieron sorprendidos, se miraron.
—La casa nos cuenta las historias. ¿Vos no la escuchás?
—Pobre —dijo Pablo—. No escucha la voz de la casa.
—No importa —dijo Adela—. Nosotros te contamos.
Y me contaban.
Sobre la viejita, que tenía ojos sin pupilas pero no estaba ciega.
Sobre el viejito, que quemaba libros de medicina junto al gallinero vacío, en el fondo.
Sobre el fondo, igual de seco y muerto que el jardín, lleno de pequeños agujeros como madrigueras de ratas.
Sobre una canilla que no dejaba de gotear porque lo que vivía en la casa necesitaba agua.
A Pablo le costó un poco convencer a Adela de que entrara. Fue extraño. Ahora ella parecía tener miedo: se turnaban. En el momento decisivo, ella parecía entender mejor. Mi hermano le insistía. La agarraba del único brazo y hasta la sacudía. En el colegio, se hablaba de que Pablo y Adela eran novios y los chicos se metían los dedos en la boca, hasta la garganta, haciendo gesto de vómito. Tu hermano sale con la monstrua, se reían. A Pablo y Adela no les molestaba. A mí tampoco. A mí solamente me preocupaba la casa.
Decidieron entrar el último día del verano. Fueron las palabras exactas de Adela, una tarde de discusión en el living de su casa.
—El último día del verano, Pablo —dijo—. Dentro de una semana.
Quisieron que yo los acompañara y acepté porque no quería dejarlos. No podían entrar solos en la oscuridad.
Decidimos entrar de noche, después de la cena. Teníamos que escaparnos, pero salir de casa tarde, en verano, no era tan difícil. Los chicos jugaban en la calle hasta tarde en el barrio. Ahora no es así. Ahora es un barrio pobre y peligroso, los vecinos no salen, tienen miedo de que les roben, tienen miedo de los adolescentes que toman vino en las esquinas y a veces se pelean a tiros. El chalet de Adela se vendió y fue dividido en departamentos. En el parque se construyó un galpón. Es mejor, creo. El galpón oculta las sombras.
Un grupo de chicas jugaba al elástico en medio de la calle; cuando pasaba un auto —circulaban muy pocos—, paraban para dejarlo pasar. Más lejos, otros pateaban una pelota y donde el asfalto era más nuevo, más liso, algunas adolescentes patinaban. Pasamos entre ellos, desapercibidos.
Adela esperaba en el jardín muerto. Estaba muy tranquila, iluminada. Conectada, pienso ahora.
Nos señaló la puerta y yo gemí de miedo. Estaba entreabierta, apenas una rendija.
—¿Cómo? —preguntó Pablo.
—La encontré así.
Mi hermano se sacó la mochila y la abrió. Traía llaves, destornilladores, palancas; herramientas de mi papá que había encontrado en una caja, en el lavadero. Ya no las iba a necesitar. Estaba buscando la linterna.
—No hace falta —dijo Adela.
La miramos confundidos. Ella abrió la puerta del todo y entonces vimos que adentro de la casa había luz.
Recuerdo que caminamos de la mano bajo esa luminosidad que parecía eléctrica, aunque en el techo, donde debería haber lámparas, sólo había cables viejos, asomando de los huecos como ramas secas. Parecía la luz del sol. Afuera era de noche y amenazaba tormenta, una poderosa lluvia de verano. Ahí adentro hacía frío y olía a desinfectante y la luz era como de hospital.
La casa no parecía rara por adentro. En el pequeño hall de entrada estaba la mesa del teléfono, un teléfono negro, como el de nuestros abuelos.
Que por favor no suene, que no suene, me acuerdo de que recé así, de que repetí eso en voz baja, con los ojos cerrados. Y no sonó.
Los tres juntos pasamos a la siguiente sala. La casa se sentía más grande de lo que parecía desde afuera. Y zumbaba, como si vivieran colonias de bichos ocultos detrás de la pintura de las paredes.
Adela se adelantaba, entusiasmada, sin miedo. Pablo le pedía «esperá, esperá» cada tres pasos. Ella hacía caso pero no sé si nos escuchaba claramente. Cuando se daba vuelta para mirarnos, parecía perdida. En sus ojos no había reconocimiento. Decía «sí, sí», pero yo sentí que ya no nos hablaba. Pablo sintió lo mismo. Me lo dijo después.
La sala siguiente, el living, tenía sillones sucios, de color mostaza, agrisados por el polvo. Contra la pared se apilaban estantes de vidrio. Estaban muy limpios y llenos de pequeños adornos, tan pequeños que tuvimos que acercarnos para verlos. Recuerdo que nuestros alientos, juntos, empañaron los estantes más bajos, los que alcanzábamos: llegaban hasta el techo.
Al principio no supe lo que estaba viendo. Eran objetos chiquitísimos, de un blanco amarillento, con forma semicircular. Algunos eran redondeados, otros más puntiagudos. No quise tocarlos.
—Son uñas —dijo Pablo.
Sentí que el zumbido me ensordecía y me puse a llorar. Abracé a Pablo, pero no dejé de mirar. En el siguiente estante, el de más arriba, había dientes. Muelas con plomo negro en el centro, como las de mi papá, que las tenía arregladas; incisivos, como los que me molestaban cuando empecé a usar aparatos; paletas como las de Roxana, la chica que se sentaba delante de mí en el colegio. Cuando levanté la cabeza para alcanzar a ver el tercer estante, se fue la luz.
Adela gritó en la oscuridad. Mi corazón latía tan fuerte que me dejaba sorda. Pero sentía a mi hermano, que me abrazaba los hombros, que no me soltaba. De pronto, vi un redondel de luz en la pared: era la linterna. Dije: «Salgamos, salgamos.» Pablo, sin embargo, caminó en dirección opuesta a la salida, siguió entrando en la casa. Lo seguí. Quería irme, pero no sola.
La luz de la linterna iluminaba cosas sin sentido. Un libro de medicina, de hojas brillantes, abierto en el suelo. Un espejo colgado cerca del techo, ¿quién podía reflejarse ahí? Una pila de ropa blanca. Pablo se frenó: movía la linterna y la luz sencillamente no mostraba ninguna otra pared. Esa habitación no terminaba nunca o sus límites estaban demasiado lejos para ser iluminados por una linterna.
—Vamos, vamos —volví a decirle, y recuerdo que pensé en salir sola, en dejarlo, en escapar. .
—¡Adela! —gritó Pablo.
No se la escuchaba en la oscuridad. Dónde podía estar, en esa habitación eterna.
—Acá.
Era su voz, muy baja, cerca. Estaba detrás de nosotros. Retrocedimos. Pablo iluminó el lugar de donde venía la voz y entonces la vimos.
Adela no había salido de la habitación de los estantes. Nos saludó con la mano derecha, parada junto a una puerta. Después giró, abrió la puerta que estaba a su lado y la cerró detrás de ella. Mi hermano corrió, pero cuando llegó a la puerta, ya no pudo abrirla. Estaba cerrada con llave.
Sé lo que Pablo pensó: buscar las herramientas que había dejado afuera, en la mochila, para abrir la puerta que se había llevado a Adela. Yo no quería sacarla: solamente quería salir, y lo seguí, corriendo. Afuera llovía y las herramientas estaban desparramadas sobre el pasto seco del jardín; mojadas, brillaban en la noche. Alguien las había sacado de la mochila. Cuando nos quedamos quietos un minuto, asustados, sorprendidos, alguien cerró la puerta desde adentro.
La casa dejó de zumbar.
No recuerdo bien cuánto tiempo pasó Pablo intentando abrirla. Pero en algún momento escuchó mis gritos. Y me hizo caso.
Mis padres llamaron a la policía.
Y todos los días y casi todas las noches vuelvo a esa noche de lluvia. Mis padres, los padres de Adela, la policía en el jardín. Nosotros empapados, con pilotos amarillos. Los policías que salían de la casa diciendo que no con la cabeza. La madre de Adela desmayada bajo la lluvia.
Nunca la encontraron. Ni viva ni muerta. Nos pidieron la descripción del interior de la casa. Contamos. Repetimos. Mi madre me dio un cachetazo cuando hablé de los estantes y de la luz. «¡La casa está llena de escombros, mentirosa!», me gritó. La madre de Adela lloraba y pedía «por favor, dónde está Adela, dónde está Adela».
En la casa, le dijimos. Abrió una puerta de la casa, entró en una habitación y ahí debe estar todavía.
Los policías decían que no quedaba una sola puerta dentro de la casa. Ni nada que pudiera ser considerado una habitación. La casa era una cáscara, decían. Todas las paredes interiores habían sido demolidas.
Recuerdo que los escuché decir «máscara», no «cáscara». La casa es una máscara, escuché.
Nosotros mentíamos. O habíamos visto algo tan feroz que estábamos shockeados. Ellos no querían creer siquiera que habíamos entrado en la casa. Mi madre no nos creyó nunca. Ni siquiera cuando la policía rastrilló el barrio entero, allanando cada casa. El caso estuvo en televisión: nos dejaban ver los noticieros. Nos dejaban leer las revistas que hablaban de la desaparición. La madre de Adela nos visitó varias veces y siempre decía: «A ver si me dicen la verdad, chicos, a ver si se acuerdan…».
Nosotros volvíamos a contar todo. Ella se iba llorando. Mi hermano también lloraba. Yo la convencí, yo la hice entrar, decía.
Una noche, mi papá se despertó y escuchó que alguien intentaba abrir la puerta. Se levantó de la cama, agazapado, pensaba que encontraría a un ladrón. Encontró a Pablo, que luchaba con la llave en la cerradura —esa cerradura siempre andaba mal—; llevaba herramientas y una linterna en la mochila. Los escuché gritar durante horas y recuerdo que mi hermano le pedía por favor que quería mudarse, que si no se mudaba, se iba a volver loco.
Nos mudamos. Mi hermano se volvió loco igual. Se suicidó a los veintidós años. Yo reconocí el cuerpo destrozado. No tuve opción: mis padres estaban de vacaciones en la costa cuando se tiró bajo el tren, bien lejos de nuestra casa, cerca de la estación Beccar. No dejó una nota. Él siempre soñaba con Adela: en sus sueños, nuestra amiga no tenía uñas ni dientes, sangraba por la boca, sangraban sus manos.
Desde que Pablo se mató, vuelvo a la casa. Entro en el jardín, que sigue quemado y amarillo. Miro por las ventanas, abiertas como ojos negros: la policía derrumbó los ladrillos que las tapiaban hace quince años y así quedaron, abiertas. Adentro de la casa, cuando el sol la ilumina, se ven vigas y el techo agujereado y basura. Los chicos del barrio saben lo que pasó ahí adentro. En el suelo pintaron, con aerosol, el nombre de Adela. En las paredes de afuera también. ¿Dónde está Adela?, dice una pintada. Otra, más pequeña, escrita con fibra, repite el modelo de una leyenda urbana: hay que decir Adela tres veces a la medianoche, frente al espejo, con una vela en la mano, y entonces veremos reflejado lo que ella vio, quién se la llevó.
Mi hermano, que también visitaba la casa, vio esas indicaciones e hizo ese viejo ritual una noche. No vio nada. Rompió el espejo del baño con sus puños y tuvimos que llevarlo al hospital para que lo cosieran.
No me animo a entrar. Hay una pintada sobre la puerta que me mantiene afuera. Acá vive Adela, ¡cuidado!, dice. Imagino que la escribió un chico del barrio, en chiste o desafío. Pero yo sé que tiene razón. Que ésta es su casa. Y todavía no estoy preparada para visitarla.
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poemaenprosa · 4 years ago
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Amelia Gaitán
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-Me siento como Sakura cuando convirtió varias cartas Clow a cartas Sakura de golpe.
Eso me suele decir cada vez que tiene un día pesado. Esa referencia traduce un cansancio mental y emocional. Generalmente enuncia la frase, termina de abotonarse el pijama y se acuesta sobre mi pecho y en cuestión de minutos, mientras le acaricio su cabello se desvanece en un profundo sueño. La primera vez que salimos a tomar un café, de su cuello colgaba una cadena con una pequeña estrellita bordeada por un círculo rosado, dos alitas pequeñitas a sus laterales y debajo de ella una llave. No dude en preguntarle, me sonrió enseguida. Me contó que vio ese anime estando muy chiquita y lo repitió cuantas veces pudo. A veces la descubro repitiendo algunas escenas importantes en YouTube.
Amelia dice que Sakura Card Captors fue elemental para entender las múltiples maneras de amar. Que ver una serie donde había relaciones homosexuales y se tratan con total normalidad hizo que ella jamás viera con rechazo a personas con orientaciones sexuales diversas. Como también me confesó que su primer amor de la infancia fue Shaoran Li. Le brillan los ojos cuando lo menciona, dice que su ideal del amor lo construyó a raíz del cuidado, ayuda y apoyo que le brindó este personaje a Sakura. Cómo también deseo profundamente tener una amiga como Tomoyo y en efecto, Elenora es su amiga más cercana, que curiosamente tiene una marca de ropa y le confecciona camisas muy seguido.
A veces siento celos por superar las expectativas infundadas por Shaoran Li.
Cuando Amelia habla de sus padres lo hace a través de momentos muy claros y precisos. Su amor por la radio viene de su padre. Todos los domingos desde que era muy niña se sentaba con él a escuchar el programa de Historia del Mundo de Diana Uribe, lo comentaban y ella le hacía preguntas en un acto pedagógico en el que ambos aprendían del otro. Ahora se envían los podcasts y aunque lo escuchan en tiempos diferentes y a sus propios ritmos se llaman para socializar y discutir lo escuchado.
Ella me cuenta que en los anaqueles de la biblioteca de su casa de la infancia había un libro que siempre le llamó la atención y que su papá reiteraba que aún no estaba lista para leer. El libro tiene en su portada la foto antigua de una niña rubia con un violín en sus manos y se titula: “El olvido que seremos”. Cuando su padre se fue a vivir a Bogotá, ella le dijo que en la universidad le sugirieron leer el libro, su papá le mandó el dinero y se lo compró. Así que, en una sala de espera, mientras esperaba su turno para reclamar unos medicamentos lloró enternecidamente una vez terminó de leerlo. Comprendió porque su papá paseaba al libro a todos lados, porque repetía su lectura y cuando descubrió la visceral asociación del poema de Borges con el título de la novela su desolación fue peor. Lloró la violencia de este país, lloró las masacres, la corrupción, y sobre todo sin entender porqué se puso a imaginar el día de la muerte de su padre y como esto la destrozaría por completo.
Cuando inició la cuarentena se despertaba a media noche llorando. Me decía que tenía miedo de perder a su papá que cumple los requisitos para ser población de riesgo: mayor de setenta años, diabético e hipertenso. Y aunque mi suegro está muy bien y lleva meses que no sale ni a la recepción del edificio, ella siente miedo de perderlo y si pasa una semana y no lo llama o escucha su voz, la invade la ansiedad. Me mira con los ojos desorbitados y me dice: El día que mi padre se vaya me voy yo con él. Ahora juntos no vemos el momento en que podamos ver la película de Fernando Trueba sobre este desgarrador libro.
En lo que confiere a su madre hay una escena clara: Amelia siendo una bebé de meses o un año quizás, metida en su cuna aferrada a las barandas viendo con su mamá alguna telenovela. Si nos ubicamos en los noventa, debió ser Esmeralda, Cuna de lobos, Café o La Potra Zaina. Y así sería por los años siguientes en los que las telenovelas tuvieron parte esencial en su educación sexual y sentimental. Amelia puede hacer una tesis o hablar por horas de las industrias de las telenovelas, puede enumerar las de Cris Morena y cantar algunas bandas sonoras; discutir los detalles de las producciones de las telenovelas de Carla Estrada o sacar una lista de razones del porqué Adela Noriega fue tan icónica y ninguna otra actriz alcanzará su belleza y genialidad.
La última novela con la que estuvo obsesionada fue La Ley del Corazón y reafirma que si tuviera más tiempo tendría un canal en YouTube donde analizaría cada novela, en especial el discurso machista y las creencias erradas sobre el amor en cada una de estas historias.
Sin embargo, hay una serie que siempre le recuerda el ideal de relación que le gustaría tener con su madre, por eso mientras cambiaba de canal en Warner vio Gilmore Girls. Se ha leído la mayoría de libros que Rory menciona, a veces creo que estudió periodismo por lo mismo, pero también la relación Rory  y Lorelai le causa gran frustración, porque mientras ellas tienen rituales, se cuidan sus tusas y se expresan su amor la relación de Amelia y Amalia (porque a sus padres le pareció sencillo cambiar una vocal del nombre de su mamá para elegir el de ella) es una relación llena de desencuentros, gritos, peleas, temporadas sin hablarse, visiones opuestas de la vida. Me dice que su mamá es imposible porque es escorpio y ella es leo, pero una vez vio Lady Bird y evidenció una relación madre e hija más honesta, sintió un poco de consuelo.
Cuando habla de sus amigas es inevitable que no hable de campos de fresas, de Lucy en el cielo con diamantes, de submarinos amarillos. Incluso tiene una lista en Spotify que dura ¡veinticuatro horas! De las bandas sonoras de su adolescencia. Amelia estaba en once grado, cuando en un festival de inglés ocurrió lo inesperado: cuatro chicas de décimo grado vestidas de negro, con corbata y el cabello recogido hasta los hombros salieron a cantar: All you need is Love. Nadie nunca había cantado alguna canción de The Beatles, solían reversionar a Britney o alguna de High School Musical o un caso más extraño a Sinatra, pero a los Beatles ¡Nunca! Ella toda su secundaria se sintió un bicho raro, porque nadie compartía sus gustos musicales y cuando vio a estas cuatro mujeres en escena se propuso conocerlas y ser su amiga: “Las vi, las amé y las elegí”, dice cuando empieza a contar esta historia que disfruto escuchar.
Para ella la amistad femenina es una forma elevada del amor. Han pasado diez años desde ese festival de inglés y ella defiende a cada una con la vida. Posterior a este encuentro se sumaron otros artistas y canciones, pero en especial uno: Gustavo Cerati.
Descubrí su obsesión por Cerati, cuando vi por primera vez un tatuaje que tiene en la parte inferior de uno de sus pechos, allí dice en letra cursiva y pequeña: “La poesía es la única verdad”. Para ella Cerati es un poeta, no a nivel estructural, pero si un hombre alado que definió y acompañó momentos cruciales de su vida. Me cuenta que, en el 2014, una de sus amigas la llamó y le preguntó si había leído las noticias, ella para entonces hacía sus prácticas laborales en un periódico local. Llegó a su cubículo encendió el computador y leyó lo inesperado: Gustavo Cerati había muerto. Quedó en blanco y se puso a llorar, hizo un duelo de semanas como si hubiera perdido a un pariente muy cercano. Luego de esa terrible noticia, le sucedieron videollamadas con sus amigas en las que ponían alguna canción y lloraban a cántaros.
Amelia Gaitán tiene muy mala memoria para memorizar poemas aun cuando siendo una niña se llevaba todos los aplausos en los recitales de poesía declamando a Lorca o Bécquer. Sin embargo, cuando menciona esos años grises en los que solo pensaba en hacerse daño leyó la obra completa de Alejandra Pizarnik, sus diarios, poemas, poesía en prosa, novelas cortas y vio todos los documentales. Alejandra le dio nombre a su herida. No se sabe algunos poemas, pero de vez en cuando comenta en voz alta: “Las palabras no hacen el amor, hacen la ausencia”, o “¿si nos anticipamos de sonrisa en sonrisa hasta la última esperanza?”. Tiene todos sus libros en un lugar especial de nuestra biblioteca y a veces los abre y relee sus poemas favoritos, pero no se siente capaz de volver a leer a Pizarnik con detenimiento, dice que sus letras la retornan a oscuridades que no quiere volver a vivir.
Odiaba que Diomedes Díaz se hubiese muerto dos días antes de navidad, decía que no había algo tan detestable como el vallenato, banda sonora de la cultura paraca y feminicida colombiana. Su visión cambió totalmente cuando trabajó como docente en zona rural de Montería. Sus estudiantes no recordaban el día de la independencia, pero sí había un sentimiento colectivo todos los 26 de mayo; en ese entonces era profesora de español y literatura; sentía que cuando explicaba las figuras literarias con versos de los poetas del siglo de oro los adolescentes la miraban como si hablara en chino.
Un día les leyó en voz alta fragmentos de “La eterna parranda de Diomedes” y allí Salcedo Ramos enuncia algunas canciones, como Amarte más no pude. Ese día, los estudiantes interrumpieron su lectura y le dijeron: “espere profe” y a continuación comenzaron a corear la canción. Ella se deslumbró y entonces los chicos aprendieron a identificar símiles, metáforas e hipérboles en canciones como: el cóndor herido, sin medir distancias, que será mi vida sin ti, señora, entre muchas otras que ella aprendió a amar.  
A veces la escucho cantando en voz alta temas de Rafael Orozco y Patricia Teherán y cuando lo hace la garganta le sabe a ron. Me pide que le alcance un trago y entre canción y canción discutimos la poesía camuflada en los versos de los juglares vallenatos. Ahora está obsesionada con las voces femeninas en este género y se la pasa viendo en vivos de Martina La Peligrosa cantando vallenato y comentando sus letras.
Sin saberlo Jorge Drexler ha sido su terapeuta. Amelia y la tristeza tienen una relación muy cercana, pues en varias ocasiones cuando llego del trabajo y escucho el agua caer de la ducha armonizada con alguna canción de él, sé que no se siente bien. 
“Tu corazón va a sanar, va a sanar y va a volver a quebrarse mientras le toque pulsar”, se repite como mantra cuando siente que el mundo se le viene encima. Esas veces interrumpo su ritual y decido acompañarla.  No me dice nada, me mira con los ojos hinchados de tanto llorar, se sienta en mi regazo. La abrazo mientras escuchamos a Drexler en silencio, esperando que la señora tristeza decida irse.
Hay una relación directamente proporcional entre los géneros musicales que escucha y sus gustos etílicos. Recientemente vimos el documental sobre la vida de Chavela Vargas en Netflix, yo no sabía el significado de Chavela en su vida. Esa noche además de ver un par de lagrimones que resbalaron por sus mejillas, me contó de sus días en México. De su amor por el picante y de cómo el performance de Chavela entonando cada canción son prácticamente un hecho poético. Es como si cualquier bolero o ranchera interpretada con esa voz desgarradora además de darle unas ganas tremendas de beber tequila, le revuelven las nostalgias acumuladas en su alma.
El 23 de julio de este año inesperadamente Taylor Swift anunció su octavo álbum de estudio: Folklore. Ese día mientras cada uno daba clases virtualmente la vi revisando Instagram cada rato, comentando con sus amigas y saltando por los títulos de las canciones. Amelia ama a Taylor Swift desde que escuchó Crazier en la película de Hannah Montana, desde ahí la ha seguido por años y con dos de sus amigas tienen un ritual que nunca han hecho presencialmente: se reúnen en la distancia y escuchan canción por canción, eligen sus favoritas las comentan y hacen teorías conspirativas sobre la vida de Taylor.
Se ha repetido varias veces el documental de Miss Americana y ambos coincidimos en que es una obra maestra. Esa noche le dije que me acostaría temprano que estaba cansado, ella me dio las buenas noches con un beso, buscó aguapanela caliente y se sentó en la sala esperando que fuese medianoche y el álbum estuviera disponible en todas las plataformas. Sus amigas ya estaban conectadas, una desde Taiwán y la otra desde Manizales.
Me dio mucha curiosidad y aunque ya había tenido mi primera experiencia distante con Lover el año anterior, este año quise integrarme a pesar de que me sintiera muy ajeno. A la media hora de haberme despedido, regresé y me senté con ella en el sofá y vimos el vídeoclip de cardigang. Cuando escuchamos la frase: “Peter losing Wendy”, nos miramos con los ojos aguados y sonreímos, al poco tiempo junto con Ferna y Karen vía Skype nos desvelamos comentando cada canción, intuyendo las historias, saboreando los ritmos. Nos desvelamos elogiando la genialidad de Taylor, el concepto del álbum, lo asombrosamente diferente al resto de sus discos y seleccionamos nuestras favoritas a eso de las dos de la mañana que terminó el ritual.  Para Amelia sus favoritas son This is me trying y August. La primera porque así se ha sentido todo este encierro: intentándolo, luchando con que sus propios demonios no la absorban y August por el significado especial de agosto en su vida.
Si hay algo que pueda definir a Amelia Gaitán en treinta y seis segundos es el discurso de Jo March, en la versión de  Little Women de Greta Gerwing: “es que siento que las mujeres tienen mente y tienen alma al igual que corazón.  Tienen ambición y tienen talento, así como belleza; y ya me harté de que muchos digan que el amor es lo único para lo que servimos ¡ya me harté de eso! Pero también me siento muy sola”.
Este monólogo la atravesó por completo y resumió su angustia de años: el amor. Esa contradicción y anhelo de que el amor es el fin último y pleno de su vida, cuando hay mucho más. Esta preocupación la atraviesan los poemas que escribe, es una especie de trascendencia filosófica transversalizada en su quehacer, en las canciones que le gustan y las series que ve, porque se contrapone con la soledad, esa que la inunda cuando la depresión la visita. 
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cinelandia · 3 years ago
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Tráiler de “La hija” (2021), de Manuel Martín Cuenca. Irene tiene 15 años y vive en un centro para menores infractores. Se acaba de quedar embarazada y está decidida a cambiar de vida gracias a Javier, uno de los educadores del centro. Javier le ofrece vivir con él y su mujer Adela en la casa que tienen en un paraje aislado y agreste de la sierra para que pueda llevar a buen término su embarazo. La única condición a cambio es que acepte entregarles al bebé que lleva en sus entrañas. Este débil pacto puede verse comprometido cuando Irene empiece a sentir como suya esa vida que lleva en su interior. Con Javier Gutiérrez y Patricia López Arnaiz. ESTRENO: 25 NOVIEMBRE 2021.
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biodegradablees · 4 years ago
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Mejores centros de Yoga en Madrid: ¿Dónde empezar tus clases?
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Relajarte y reducir el estrés.
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Aumentar la confianza en ti mismo/a.
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Dormir mejor.
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Mejorar tu coordinación.
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Llevar tu concentración a otro nivel.
Son muchas las ventajas de hacer Yoga y si estás aquí es porque lo tienes claro. Por eso estás buscando los mejores centros de Yoga en Madrid, ¿correcto?
Pues no perdamos tiempo. Los tienes a continuación.
Los 14 mejores centros de clases de Yoga de Madrid
Nuestro ranking de centros de Yoga de la capital madrileña está basado en las valoraciones de los usuarios, y hemos seleccionado hasta 15 centros donde dar clases de Yoga de calidad en distintas zonas de Madrid.
Vamos allá:
1. City Yoga Madrid
Un primer paso hacia el cambio.
En este amplio centro de más de 500 metros cuadrados disponen de hasta 5 salas para clases y hasta un esapcio zen para tomarte un zumo, una infusión o unas snacks saludables.
Aparte de Yoga, imparten clases de Pilates, Mindfulness y otras terapias para embarazadas, para bebés y para niños más mayores.
Dirección: Calle de los Artistas, 43, 28020 Madrid Teléfono: 915 53 47 51 Página web: https://www.city-yoga.com/
2. Centro EL PATIO
Un espacio de tranquilidad y bienestar en el centro de Madrid, en pleno barrio de Malasaña.
Su enseñanza se basa en distintos estilos de Yoga: terapéutico, Hatha, Ashtanga, Prop Yoga, Vinyasa, aeroyoga, yoga para embarazadas y familyyoga.
Vamos, que son expertos en Yoga de todos los tipos.
Además, imparten otras formaciones relacionadas con danza, Pilares y hasta gyrokinesis.
Dirección: Calle de Apodaca, 14, 28004 Madrid Teléfono: 914 45 12 82 Página web: https://www.centroelpatio.com/
3. AUSHADHI Enseñanza Integral de Yoga
De principiante a experimentado, en este centro tienen Yoga para todos los niveles: iniciación, intermedio y avanzado.
Se utilizan distintos enfoques y solo hay que leer los testimonios de los alumnos para entender rápidamente que tu vida puede mejorar con el Yoga, y más todavía si eliges este centro para aprenderlo.
Dirección: Paseo de las Delicias, 47-51, 28045 Madrid Teléfono: 615 98 63 39 Página web: http://aushadhiyoga.com/
4. Yoga Pilates Madrid – Al Alba del Siglo XXI
Este centro lleva impartiendo clases de yoga desde 1999.
Casi nada.
Son especialistas en Pilates, Kundalini yoga, reflexología, danza y otras disciplinas.
Los usuarios hablan muy bien y recalcan la atención personal de la directora y profesores.
Dirección: Calle de las Cigarreras, s/n, 28005 Madrid Teléfono: 915 30 39 16 Página web: https://pilates-yoga.es/
5. Nawwara, centro de Yoga y terapias en Madrid
Dejar de buscar la felicidad para comprobar que ya habitaba dentro de nosotros.
En Nawwara encontrarás clases de Yoga para toda la familia, pero también clases de meditación y danza.
Dirección: Calle de Florencio Llorente, 8, 28027 Madrid Teléfono: 633 62 64 29 Página web: http://www.nawwara.es/
6. Mysore House Madrid – Ashtanga Yoga
Aquí tienes la opción de acudir a las clases de yoga presenciales en su centro de Madrid, o apuntarte a las clases y cursos online que imparten. Esto último, en época COVID-19, parece bastante acertado.
Este centro está autorizado por Sharath Jois y en él se imparten clases de Ashtanga Yoga en una pequeña sala habilitada para empaparse a fondo de esta disciplina.
Dirección: Calle Adela Balboa, 8, 28039 Madrid Teléfono: 627 18 54 74 Página web: https://mysorehouse.es/
7. Zentro Urban Yoga
Disponen de dos centros en Madrid ubicados en la zona de El Retiro y en Chamartín, además de las clases de Yoga online.
Tienen horarios muy variados, talleres y distintas formaciones en las que tienen cabida diferentes tipos de Yoga.
Muy recomendable.
Dirección: Calle de Claudio Coello, 5, 28001 Madrid Teléfono: 635 82 22 37 Página web: https://www.zentrourbanyoga.com/
8. Diwali Yoga Madrid
Inspiración, fuerza y serenidad para la vida diaria.
Puedes probar una clase sin compromiso por solo 5 euros y también tienes disponibles clases online.
Con la nueva situación y la necesidad de reducir aforos para respetar las normas COVID-19, es necesario reservar plaza previamente.
Dirección: Av del Manzanares, 58, 28019 Madrid Teléfono: 679 82 21 37 Página web: https://www.yogadiwali.es/es/
9. Agamede – Centro de Yoga en Madrid
Un centro de terapias en el Barrio de Salamanca que además incluye terapias personalizadas, gabinete de psicoterapia, homeopatía, naturopatía, meditación y clases de hatha yoga.
Dirección: Cl. de Ayala, 101, 28006 Madrid Teléfono: 911 28 71 37 Página web: http://agamede.es/
10. GONG Club de Yoga
Clases de yoga, Pilates y meditación en el barrio de Chambery y en el centro comercial Moraleja Green.
Destacan por ser uno de los centros que permanece abierto durante los 362 días del año.
Sus salas son amplias y disponen de clases online vía streaming a las que puedes acceder a través de su página web.
Dirección: Paseo del General Martínez Campos, 24, 28010 Madrid Teléfono: 911 99 29 54 Página web: https://gong.yoga/
11. Centro Yoga Pratyaya
Situado en Arganzuela, es otro de los centros de Yoga mejor valorados de Madrid.
A veces hacen talleres intensivos de yoga e imparten clases online.
Dirección: Calle de las Naves, 14B, 28005 Madrid Teléfono: 914 73 96 70 Página web: https://www.centroyogapratyaya.com/
12. Elena Ferraris Yoga
Clases online en directo, grupos reducidos y talleres con vídeos propios y manuales.
Mejor mira este vídeo porque la Escuela Elena Ferraris no defrauda:
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Dirección: Calle de Nicasio Gallego, 1, 28010 Madrid Teléfono: 607 87 60 97 Página web: https://www.elenaferrarisyoga.com/
13. Centro de Yoga Iyengar La Vaguada
Este centro lo dirige Francis Cabezas, profesor oficial de la Asociación Española de Yoga IYENGAR y eso ya te da sobradas garantías para elegirlo como el mejor centro de Yoga de Madrid.
Allí encontrarás alumnos que llevan años aprendiendo yoga en estas instalaciones. Pero no te preocupes porque los grupos se hacen por niveles, así que si eres principiante en esto del yoga no tienes nada que temer.
Está muy cerca del Centro Comercial La Vaguada, así que puedes ir incluso en metro (el más cercano es el Barrio del Pilar).
Dirección: Calle Ginzo de Limia, 37, Piso 1 puerta 2, 28029 Madrid Teléfono: 912 24 39 11 Página web: https://www.yogavaguada.com/
14. Jathara Yoga Center
En este centro encontrarás incluso cursos de instructor de yoga y certificados, pero también curso de chakras y cursos de Yoga para principiantes.
Carmen Blasco es la especialista en yoga y tantra que imparte las clases. Tiene una amplia formación certificada en distintas ramas del yoga y los alumnos hablan muy bien de ella, tanto a nivel formación como personal.
Dirección: Calle de Menorca, 16, Bajo 5, 28009 Madrid Teléfono: 690 79 23 32 Página web: https://www.jatharacenter.com/
¿Ya sabes en qué centro de Yoga de Madrid vas a impartir tus clases?
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noticiaspuntodevista · 5 years ago
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EL DISCURSO DE ODIO DE LA PERIODISTA CLAUDIA PALACIOS
Artículo tomado de Razón Publica.
Escrito por Ana Patricia Pabón*.
Lunes 15 de julio del 2019 - En varias columnas, la periodista Claudia Palacios ha argumentado que los pobres no deberían tener hijos. ¿Por qué es peligrosa esta posición?
Hace un mes, en una polémica columna titulada Paren de parir, Claudia Palacios afirmó que el Gobierno debía controlar la natalidad de las venezolanas que llegan a Colombia con un “futuro absolutamente incierto”.
Sin considerar las condiciones de vulnerabilidad que afectan a la mayoría de las inmigrantes, Palacios deja casi toda la responsabilidad en las mujeres venezolanas, y les advierte que “si ustedes se siguen reproduciendo como lo están haciendo, sería aún más difícil verlos como una oportunidad para el desarrollo que como problema”.
Dos años antes, la misma periodista había publicado una columna titulada Vasectomía para machitos. Aunque Palacios presenta sus ideas como un asunto de planificación familiar y responsabilidad masculina en materia de anticoncepción, uno de sus principales argumentos es abiertamente clasista.
Según Palacios, los colombianos deberían pensar en la vasectomía como una posibilidad, pues es muy costoso “subsidiar a los 3.408 bebés que nacieron en 2016” en el municipio de Tumaco. Lo que no tiene en cuenta Palacios es, justamente, que Tumaco es uno de los municipios del país con menos inversión y presencia estatal.
Y aunque al final de su columna, la periodista dice tímidamente que no habla solo “de los pobres de Tumaco”, sino de todos los hombres, al comienzo advierte que no deben traer “más hijos al mundo quienes no pueden mantenerlos”.
Sospecho que en ambas columnas Palacios no está hablando de planificación familiar o de responsabilidad parental, ni está pensando en las personas como sujetos de dignidad y autonomía. Al contrario, siempre habla de costos, recursos y capacidad de financiación como criterio determinante para decidir sobre la vida y el cuerpo de las demás.
Aunque en principio parezcan inofensivos, este tipo de discursos siembran una semilla de odio que puede derivar en otro tipo de violencias discriminatorias, machistas, clasistas, aporófobas y xenófobas. Entonces, ¿cuál debe ser la responsabilidad de los periodistas al expresar este tipo de ideas?
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Los límites de la libertad de expresión
La libertad de expresión y de opinión son derechos fundamentales que permiten el disfrute de otros derechos y la consolidación de la democracia.
Su importancia obliga al Estado a disponer de todos los mecanismos que estén a su alcance para protegerlos. Con el fin de garantizar su ejercicio, se debe garantizar el acceso a medios para expresarse y se deben proteger los contenidos. Por eso, nuestra Constitución prohíbe la censura. Además, se deben evitar los monopolios en los medios de comunicación para garantizar a todos un ejercicio real de la libre expresión.
Sin embargo, estos derechos no son absolutos, sino que tienen límites. Así, por ejemplo, existen sanciones penales para expresiones que configuren una calumnia o una apología al genocidio.
Además, el mismo artículo constitucional que consagra la libertad de expresión afirma que los medios de comunicación “tienen responsabilidad social” y, podría agregarse, responsabilidad ética y moral, entendida como un límite impuesto por la razonabilidad y la justicia con que se trata a los otros en nuestra expresión y opinión.
Por lo anterior, se ha considerado que no están legalmente protegidas aquellas expresiones:
Que atenten contra la dignidad humana;
Que causen daño;
Que comprometan el buen nombre o la imagen de las personas a quienes se dirigen;
O que, dependiendo de ciertos contextos de violencia o intolerancia, puedan ser susceptibles de convertirse en una amenaza real y efectiva contra la integridad personal o la vida.
Palabras creadoras
Aunque en muchos casos el abuso de la libertad de expresión u opinión no desemboque en una sanción legal, vale la pena reflexionar sobre las implicaciones morales de la opinión y sobre la responsabilidad de quienes difunden o promueven expresiones y discursos sospechosos de discriminación y de atentar contra la dignidad humana.
Ninguna persona puede abusar de sus derechos. Esa máxima es suficiente para comprender que el derecho a la libre expresión del propio pensamiento no legitima la manifestación de expresiones y opiniones que causen daño.
El lenguaje crea y constituye la vida cotidiana. Las palabras tienen un inmenso poder que puede llevar a la acción a los receptores de ciertos mensajes. En el derecho legislado existen muchos ejemplos al respecto.
En nuestro Código Civil, redactado en el siglo XIX y heredero de la concepción napoleónica según la cual “el Estado no tiene necesidad de bastardos”, se hizo una distinción entre hijos, clasificándolos entre legítimos e ilegítimos, lo que produjo consecuencias jurídicas y sociales negativas para los nacidos fuera del matrimonio.
La ley reconocía que los “hijos de nadie” valían menos, y los situaba con sus palabras en una categoría distinta. A su vez, eso perpetuaba una carga de discriminación social contra los hijos nacidos fuera del matrimonio. Por eso, la Constitución de 1991 corrigió ese discurso e incluyó el derecho a la igualdad “sin distinción de origen familiar”.
El reconocimiento de que “se hacen cosas con palabras” ha hecho que se preste especial cuidado al lenguaje. En efecto, las palabras pueden causar daño psicológico y social, y pueden traducirse en acciones violentas. Los discursos de odio pueden conducir al exterminio de poblaciones por razones de raza, género, religión u origen. Son ejemplo de esto los discursos de jefes de Estado que han alentado letales acciones de exterminio.
La responsabilidad del periodista
En la historia de la humanidad, se ha discriminado a otras personas por distintos motivos: por su raza, su orientación sexual, su nacionalidad, su expresión de género o su clase. Eso ha dado lugar a categorías de análisis para nombrar dichas discriminaciones: racismo, homofobia, xenofobia, transfobia o aporofobia.
Esta última categoría fue introducida por la filósofa Adela Cortina, quien denunció una horrible realidad: en muchos lugares del mundo la discriminación contra los extranjeros migrantes depende de los recursos económicos con los que cuenten.
Mientras que los migrantes pobres no son bienvenidos, los migrantes con recursos son llamados turistas o empresarios y son aceptados con hospitalidad. La aporofobia es la aversión, el miedo, la repugnancia y hostilidad que se expresa contra las personas con pocos recursos económicos.
¿Qué subyace a este comportamiento? Aunque no se trata de un comportamiento nuevo, parece que en las sociedades contemporáneas incomoda más la pobreza que la nacionalidad, la raza o la orientación sexual. Por eso, Claudia Palacios escribe sobre los problemas de que los pobres tengan hijos, que no participen del mercado y que demanden prestaciones sociales que se pagarán con recursos estatales provenientes del recaudo de impuestos.
Susan Benesch, quien investiga sobre la violencia y el lenguaje, acuñó el término “discurso peligroso”. Con este término, Benesch advierte que un mensaje puede producir violencia o constituir violencia en sí mismo. Por eso, para establecer su potencial amenaza y tomar las medidas pertinentes, es necesario analizar cada discurso en su contexto.
Un discurso que incluye mensajes de discriminación o que la fomenta puede ser valorado como peligroso. En un contexto como el nuestro, en el que el miedo a la diferencia, la violencia y la intolerancia han acentuado años de conflictos internos, afirmar que los pobres deben dejar de tener hijos para no convertirse “en un problema” es violento y puede producir con facilidad acciones violentas.
En Europa, por ejemplo, se han observado crecientes agresiones físicas y verbales en contra de las personas sin recursos económicos. El siglo pasado, en Perú, el Estado sometió a esterilización forzada a cientos de personas —algunas fuentes reconocen que fueron esterilizados 370.000 hombres y mujeres—, muchas de ellas pertenecientes a grupos étnicos. Todas las víctimas coincidían en un aspecto: sus condiciones de extrema pobreza.
Los medios de comunicación y los profesionales de la comunicación tienen una gran responsabilidad social y ética. En las sociedades altamente mediatizadas, los grandes medios canalizan la opinión y la forman.
Por eso, es importante que los periodistas asuman posturas responsables para evitar que el odio se propague y para evitar que con los mensajes que se difunden por los medios masivos se induzcan actuaciones violentas o que atenten contra la dignidad de las personas.
En el contexto del posacuerdo y ante la crisis migratoria mundial, ¿no sería más responsable adoptar un discurso empático? Si Claudia Palacios está tan preocupada por la anticoncepción responsable y la planificación familiar, ¿no es mejor difundir información y promover alternativas, así como desmentir prejuicios y combatir estereotipos?
* Abogada y filósofa, magister en Hermenéutica Jurídica, especialista en Docencia Universitaria y miembro del grupo de investigación de Teoría del Derecho y Formación Jurídica.
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tuseriesdetv · 5 years ago
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Noticias de series de la semana: El futuro de Phoebe
Renovaciones
Showtime ha renovado On Becoming a God in Central Florida por una segunda temporada
Amazon ha renovado Absentia por una tercera temporada
Cancelaciones
Freeform ha cancelado The Perfectionists tras su primera temporada
La sexta temporada de BoJack Horseman (Netflix) será la última
BET ha cancelado In Contempt tras su primera temporada
Noticias cortas
Chuku Modu (Gabriel Santiago) será regular en la séptima y última temporada de The 100.
Griffin Dunne (Nicky) será regular en la cuarta temporada de This Is Us.
Karla Souza (Laurel) no volverá como regular a la sexta y última temporada de How to Get Away with Murder.
Phoebe Waller-Bridge (Fleabag, Killing Eve) ha firmado un contrato en exclusiva con Amazon por veinte millones de dólares al año.
La directora Patty Jenkins (Wonder Woman, I Am the Night) ha firmado un acuerdo con Netflix para crear, desarrollar y producir nuevas series durante tres años.
Incorporaciones y fichajes
Christine Baranski (The Good Fight, The Good Wife), Cynthia Nixon (Sex and the City, The Big C), Amanda Peet (Brockmire, Togetherness) y Morgan Spector (Homeland, Person of Interest) protagonizarán The Gilded Age, drama de Julian Fellowes para HBO. Serán Agnes van Rhijn, que se las apañó para pescar un marido cuando la plantación familiar dejaba de tener futuro; su hermana Ava Brook, que se ve obligada a depender de la caridad de Agnes; Bertha Russell, que usa el éxito del negocio de su marido para infiltrarse en la alta sociedad; y George Russell, un hombre de negocios sin escrúpulos.
John Malkovich (Being John Malkovich, The New Pope), Ben Schwartz (Parks and Recreation, House of Lies), Diana Silvers (Booksmart, Ma) y Tawny Newsome (Brockmire, Bajillion Dollar Propertie$) protagonizarán Space Force junto a Steve Carell. Serán Adrian Mallory, brillante y arrogante consejero que espera evitar que el espacio se convierta en el próximo gran campo de batalla; F. Tony Scarapiducci, consultor de medios con metas maquiavélicas; Erin Naird, popular y brillante hija de Mark (Carell); y Angela Ali, una ambiciosa piloto de helicópteros. Jimmy O. Yang (Silicon Valley, Crazy Rich Asians) y Alex Sparrow (UnREAL, The Vatican Tapes) serán recurrentes como Chan Kaifang, brillante astrofísico, ingeniero aeroespacial y mano derecha de Mark; y Yuri "Bobby" Telatovich, observador del gobierno ruso.
Will Arnett (Arrested Development, BoJack Horseman), Chris Geere (You're the Worst, Modern Family), Shaquille Ali-Yebuah (The Feed, The Children Act), Jack McMullen (The Souvenir, Ford v Ferrari), Jake Short (SuperCool, This Is the Year), Paolo Sassanelli (The Teacher, Inspector Collandro) y Theo Barklem Biggs (Sliced, White Gold) protagonizarán The First Team, comedia de BBC Two antes conocida como Afternoons que sigue a tres jugadores de fútbol (Ali-Yebuah, McMullen y Short) que lidian con su voluble mánager italiano (Sassanelli), el excéntrico presidente del club (Arnett) o el ineficaz entrenador (Geere). Completan el cast Tamla Kari, Vadhir Derbez,  Phil Wang, Neil Fitzmaurice y Yetunde Oduwole.
Jim Parsons (The Big Bang Theory, The Normal Heart), Dylan McDermott (American Horror Story, The Politician), Samara Weaving (SMILF, Picnic at Hanging Rock), Maude Apatow (Euphoria, Girls), Joe Mantello (The Normal Heart), Laura Harrier (Spider-Man: Homecoming), Jake Picking (Patriots Day, Dirty Grandpa), David Corenswet (The Politician) y Jeremy Pope (Choir Boy, Ain't Too Proud) se unen a Hollywood.
Julianne Nicholson (Masters of Sex, Boardwalk Empire), David Denman (The Office, Outcast), Jean Smart (Designing Women, Legion), Angourie Rice (Spider-Man: Homecoming, Spider-Man: Far from Home), Evan Peters (American Horror Story, Pose) y Cailee Spaeny (Bad Times at the El Royale, On the Basis of Sex) protagonizarán Mare of Easttown junto a Kate Winslet. Serán Lori Ross, amiga de Mare (Winslet) desde que tenían cuatro años; Frank, el exmarido de Mare; Helen, la madre de Mare; Siobhan Sheehank, la hija de Mare y Frank; Colin Zabel, detective del condado; y Erin McMenamin, adolescente solitaria que vive con su padre y su bebé.
Amy Landecker (Transparent, Sneaky Pete) se une como recurrente a Your Honor. Será una detective que se ve involucrada en la familia del juez Desiato (Bryan Cranston).
Wentworth Miller (Prison Break, Legends of Tomorrow) y Michael Patrick Thornton (The Red Line, Private Practice) serán recurrentes en la sexta y última temporada de Madam Secretary como el senador Mark Hanson y el veterano del ejército Evan Moore.
Justina Machado (One Day at a Time, Jane the Virgin) será recurrente en la quinta temporada de Superstore como Maya, nueva gerente del distrito.
James Purefoy (Altered Carbon, The Following) será Philippe De Clermont, el padrastro de Matthew (Matthew Goode), en la segunda temporada de A Discovery of Witches, a la que también se unen Steven Cree (Outlander, MotherFatherSon), Sheila Hancock (Delicious, The Boy in the Striped Pyjamas) y Paul Rhys (Da Vinci's Demons, Victoria). 
John Stamos (Full House, Scream Queens) y Graham Phillips (The Good Wife, Riverdale) serán el Chef Louis y el príncipe Eric en The Little Mermaid Live!
Ray Romano (Everybody Loves Raymond, Parenthood) será el padre de Hazel (Crisitin Milioti) en Made for Love.
Blythe Danner (Meet the Parents, Will & Grace) y Marilyn Manson (The New Pope, Sons of Anarchy) serán recurrentes en la tercera temporada de American Gods como la diosa Demeter y Johan Wengren, cantante de una banda de viking metal.
Rupert Graves (Sherlock, The Family) se une a la tercera temporada de Riviera.
Ashley Scott (Birds of Prey, UnREAL) volverá a ser Huntress en el crossover del Arrowverse. Osric Chau (Supernatural, Dirk Gently) interpretará a Ryan Choi, profesor de física de la Ivy Town University.
AnnaSophia Robb (The Carrie Diaries, The Act) y Tiffany Boone (The Chi, The Following) serán las versiones jóvenes de Elena (Reese Witherspoon) y Mia (Kerry Washington) en un episodio de Little Fires Everywhere. Anika Noni Rose (Bates Motel, The Good Wife) y Obba Babatundé (Dear White People, I'm Dying Up Here) serán recurrentes como Paula Hawthorne, una fotógrafa y profesora de arte de renombre de Nueva York que se convierte en mentora de Mia en su juventud; y George Wright, el religioso padre de Mia.
Guillermo Diaz (Scandal, Weeds) se une a United We Fall. Será el hermano de Jo (Christina Vidal).
David Alan Grier (The Carmichael Show, Jumanji) será recurrente en la tercera temporada de The Resident como Lamar Broome, el padre biológico de AJ Austin (Malcolm-Jamal Warner). Kearran Giovanni (Black Lightning, Major Crimes), Geoffrey Cantor (Daredevil, Maniac), Michael Paul Chan (Major Crimes, Arrested Development) y Erinn Westbrook (Insatiable, Awkward) serán también recurrentes.
Dina Meyer (Saw, Starship Troopers) será recurrente en la segunda temporada de All American como Gwen, la madre de Asher (Cody Christian)..
Natacha Karam (The Brave), Brian Michael Smith (Queen Sugar), Rafael Silva (Fluidity) y Julian Works (American Crime, Paranormal Activity: The Marked Ones) se unen a 9-1-1: Lone Star. Serán Marjan Marwani, una bombero adicta a la adrenalina; Paul Strickland, bombero transgénero con un don para la investigación; Carlos Reyes, agente de policía de Austin; y Mateo Chavez, bombero novato.
Gemma Arterton (RocknRolla, Clash of the Titans), Alessandro Nivola (Face/Off, American Hustle), Aisling Franciosi (The Nightingale, I Know This Much Is True), Diana Rigg (Game of Thrones, Victoria), Jim Broadbent (Harry Potter, Moulin Rouge), Gina McKee (Catherine the Great, Bodyguard), Rosie Cavaliero (Prey, Unforgotten), Patsy Ferran (Tom and Jerry, Jamestown), Karen Bryson (MotherFatherSon, Safe) y Dipika Kunwar protagonizarán Black Narcissus, la adaptación de la novela de Rumer Godden (1939) sobre la represión sexual en el Nepal de los años 30. Serán la hermana Clodagh, líder de las monjas que viajan a Nepal para establecer una rama de la orden de Santa Fe en el palacio de Mopu; Mr. Dean, un colono inglés y veterano de la Primera Guerra Mundial; la hermana Ruth, la madre Dorothea, el padre Roberts, la hermana Adela, la hermana Briony, la hermana Blanche, la hermana Philippa y Kanchi.
Geoff Bell (Kigsman: The Secret Service, Hoolligans) y Josette Simon (Broadchurch, Wonder Woman) se unen a la tercera temporada de Absentia.
Ray Stevenson (Rome, Thor), Sai Bennett (Mr. Selfridge, Close to the Enemy), Andrew Buchan (Broadchurch, The Honourable Woman) y Peter Egan (Downton Abbey, The Unforgotten) se unen a la segunda temporada de The Spanish Princess. Serán Jacobo IV de Escocia, el marido de Margaret (Georgie Henley); María, la hermana de Henry (Ruairi O'Connor) y Margaret; el político y humanista Sir Thomas More, que fue santificado; y el general Howard, leal a los Tudor.
Rachel York (Head Over Heels) será recurrente en Filthy Rich como Tina, la madre de Ginger (Melia Kreiling).
Miriam A. Hyman (The Laundromat, Blue Bloods) será recurrente en la tercera temporada de The Chi como Dre, orientadora de instituto que intervendrá en la vida de Kevin (Alex Hibbert).
Chelsea Rendon (Vida) será recurrente en la décima temporada de Shameless como Anne, nueva compañera de trabajo de Carl (Ethan Cutkosky).
Ken Kirby (Good Trouble, Famous in Love) será recurrente en la tercera temporada de Dynasty como Evan Tate, hermano mayor de Trixie (Jessi Goei).
Mishel Prada (Vida, Fear The Walking Dead: Passage) será recurrente en la cuarta temporada de Riverdale como Hermosa, una investigadora privada nacida y criada en Miami.
Danielle Moné Truitt (Rebel) será Charlie Minnick en Deputy. Sustituye a Siena Goines, que interpretó a Rachel Quinn en el piloto.
Pósters
      Nuevas series
Showtime encarga ocho episodios de Ripley, adaptación de las novelas de Patricia Highsmith en las que se basó la película The Talented Mr. Ripley (1999). Protagonizada por Andrew Scott (Sherlock, Fleabag), seguirá a Tom Ripley desde Nueva York hasta Italia en los años 60, cuando un hombre adinerado le contrata para recuperar a su hijo vagabundo. Escrita y dirigida por Steven Zaillan (The Night Of, Schindler's List).
Netflix South Korea encarga Move to Heaven, sobre un chico con Asperger que, tras morir su padre, conoce a su tío y decide abrir junto a él un negocio de limpiezas traumáticas, gracias al que experimentarán diferentes emociones y sentimientos hacia la vida, la muerte y la familia mientras descubren las historias de los fallecidos. Inspirada en un ensayo de no ficción titulado 'Things Left Behind', escrito por Kim Sae-byul, un antiguo trabajador de limpieza extrema. Dirigida por Kim Sung-ho (How to Steal a Dog, Notebook From My Mother).
Netflix encarga Notes on Love, antología de Shonda Rhimes (Grey's Anatomy, Scandal) que explorará los lugares inesperados y surrealistas en los que el amor se cruza con nuestras vidas. La primera temporada contará historias sobre el matrimonio.
HBO Max encarga diez episodios de Americanah, adaptación de la novela de Chimamanda Ngozi Adichie (2013) en la que una joven de Nigeria se enamora de un compañero de clase pero huye a Estados Unidos y se ve obligada a vivir sin él, que vive indocumentado en Londres. Protagonizada por Lupita Nyong'o (Us, Black Panther). Escrita y producida por la actriz Danai Gurira (The Walking Dead, Black Panther).
CBS TV Studios desarrolla un reboot de Walker, Texas Ranger con Jared Padalecki (Supernatural, Gilmore Girls) al frente. Escrita y producida por Anna Fricke, creadora de Being Human y guionista de Dawson's Creek o Everwood. The CW y CBS estarían interesadas.
The CW desarrolla un spin-off de Arrow protagonizado por Katherine McNamara (Mia Smoak), Katie Cassidy (Laurel Lance) y Juliana Harkavy (Dinah Drake). Un episodio de Arrow servirá como backdoor pilot. Producido por Greg Berlanti (Arrow, The Flash).
Fechas
La segunda temporada de Motherland se estrena en BBC Two el 7 de octubre
La segunda temporada de Zomboat se estrena en ITV2 el 8 de octubre
La segunda temporada de In The Long Run se estrena en Sky One el 16 de octubre
El estreno de The Oval y Sistas en BET se retrasa del 9 al 23 de octubre
La 1ª parte de la 6ª y última temporada de BoJack Horseman llega a Netflix el 25 de octubre
La 2ª parte de la 6ª y última temporada de BoJack Horseman llega a Netflix el 31 de enero
La segunda temporada de Tell Me a Story se estrena en CBS All Access el 5 de diciembre
Tráilers y promos
The Politician
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La casa de las flores - Temporada 2
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BoJack Horseman - Temporada 6 y última
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Ghostwriter
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Ray Donovan - Temporada 7
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Patria
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The Accident
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pedroboeno · 7 years ago
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Date: 2018-04-12 18:28:05
Notas curiosas: -hombre mata a perro y se lo come, -bebé nace 4 años después de que mueren sus padres programa de radio Adela Castro, Catalina Noriega, Cesar Garizurieta, Hector Martinez...
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fairytale-feeling · 6 years ago
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Lado B.
“La depresión post parto es un trastorno del estado de ánimo que puede afectar a las mujeres después de dar a luz. Las madres que padecen depresión post parto tienen sentimientos de extrema tristeza, ansiedad y cansancio que les dificultan realizar las actividades diarias del cuidado de sí mismas y de otras personas. La depresión post parto no tiene una sola causa, sino que es consecuencia de una combinación de factores físicos y emocionales. La depresión post parto no ocurre por algo que una madre hace o deja de hacer.”
 Siete meses atrás…
Se limpió las lágrimas que habían escurrido de sus ojos y se alejó para poder mirarla, estaba totalmente agradecida de la compañía de Lottie, si no fuera por ella, habría estado sola en todo el proceso de espera y también de la noticia.
- Necesito que vuelva -murmuró extendiendo su mano hacia la caja de pañuelos en el velador y se sonó, intentando tomar aire para buscar tranquilizarse, aún cuando su mente parecía correr en los distintos escenarios que se le vendrían. Estaba embarazada y ni siquiera sabía dónde estaba su esposo para decírselo.
Hoy.
Sus hijos ya habían cumplido tres semanas de nacidos, quizás, no en las mejores circunstancias ni en el contexto que cualquier bebé debería nacer, pero al menos nacieron rodeados del amor de sus padres, de sus cuidados y atenciones. Desde que Adela se había enterado de su embarazo que toda su visión de vida cambió drásticamente y semana a semana, a medida que sus hijos crecían, el amor y devoción por ellos también. Lloraba cada vez que debía despedirse de ellos a las 19 horas cuando el horario de visita en la sección de neonatología del hospital se acababa y ella debía regresar a su antiguo departamento con las manos vacías y el silencio de las paredes que parecían recordarle todo aquello que deseaba olvidar de los últimos meses, todos esos malos recuerdos que la llevaban actualmente a un estado constante de angustia.
El embarazo de Adela había sido de todo menos tranquilo, primero debió enfrentarse a la noticia sola, su esposo se encontraba desaparecido en Colombia cuando recibió la noticia y no pasaron semanas hasta que pudo compartirla. Luego, la desaparición de un mes de su mejor amiga, Lottie, quien se había convertido en la más fiel de las compañeras. Y finalmente, una vez más, la ausencia de Mors en un viaje a Grecia que lo mantuvo alejado del embarazo casi completo. Habían sido meses de angustia, de soledad, de una espera que no parecía superar y que se seguía extendiendo hasta el día de hoy.
- Quiero a mi Mors de vuelta -susurró finalmente ya con la voz totalmente quebrada- quiero a mi esposo que se fue a Colombia meses atrás y nunca volvió.
Se recostó en su antigua cama que daba a la ventana con vista hacia la calle, todos los días llegaba exhausta, con un dolor de espalda que llevaba semanas y que atribuía netamente a la constante posición de estar sentada y encorvada con los bebés, más el peso de sus pechos ahora con leche. Tomó aire y cerró sus ojos mientras exhalaba de manera pesada, todos los días era lo mismo, bastaba suspirar de esa manera para sentir la punzada en el pecho y los ojos inyectarse, tal cual como todas las noches durante su embarazo cuando ladeaba la mirada y veía el lado vacío del colchón, ausente de quien amaba.
Sus ojos verdes se pegaron en el techo al abrirlos, ya estaba oscureciendo por lo que apenas la habitación estaba iluminada mientras dejaba de contenerse, dejaba de ser fuerte y permitía que la desilusión fuera parte de ella por esa noche. Ya mañana sería otro día y volvería al intento de Adela que todos conocían, una maqueta funcional de 8 a 19 horas que lo único genuino que entregaba era el amor a sus gemelos, a esos dos pequeños seres humanos que se había esforzado por cuidar durante siete meses, a esos bebés que la convirtieron en la madre que no pensaba ser. Agatha y Theo eran el motivo por el que Adela seguía en pie.
- Nunca debimos dejar de luchar por el otro -concluyó, bajando la mirada y acomodando nuevamente su posición hacia el frente, hacia el mar.
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katecon2006 · 7 years ago
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Adela Alonso modelo paraguaya y su dramático testimonio acerca del ABORTO #Katecon2006
Adela Alonso es una modelo paraguaya que se caracteriza por su desparpajo, alegría y poca timidez a la hora de mostrar sus atributos físicos Una careta que ha creado para ocultar la gran tristeza que hasta hoy la acompaña y que reveló el pasado 6 de julio cuando le hicieron una incómoda pregunta y donde afirmó que se sentía que era una asesina y sorprendiendo a televidentes con sus declaraciones: “yo aborté un 17 de abril  y la criatura iba a nacer en noviembre”… “¿qué iba a hacer yo con una criatura? Si yo misma no me podía mantener. Si yo misma no puedo costear mis cosas, ¿qué le voy a dar a una criatura?.  “escucho todavía el ruido cuando le trituraban. No me sale eso. No puedo borrar. Pese a que me he confesado, me cuesta perdonarme a mí misma. No estoy tranquila conmigo misma. Me siento como una asesina” Este testimonio nos deja entrever cómo miles de mujeres son llevadas de una u otra manera a abortar sin que ellas mismas realmente lo deseen, una de las causas primarias es la de falta de recursos sino se puede mantener a sí misma cómo se va a mantener otra personita…. un doloroso camino que muchas mujeres han recorrido y que a través de ese dolor, la culpa, la tristeza, se van transformando a sí mismas en otra persona sin que se den cuenta En el caso de Adela una mujer con dos rostros, uno que la goza y otro que sufre, como sucede en todo el mundo con casos similares.  Pareciera que todo esto del aborto es manejado desde otras esferas para que las mujeres se vean acosadas en una sin salida y tengan que inevitablemente deshacerse de sus bebés. Del lado de los más religiosos, una pecadora que mató a su criaturita, de otro lado más comprensivo, una pobre chica que por fin en su vida va tomando conciencia de lo que hizo y hay que abonarle el hecho que ha salido a contarlo, sacando su gran secreto, su gran pecado a la luz para talvez concientizar a otras mujeres que estén en su misma situación, puedan talvez reflexionar acerca de lo que ella hizo y que estaba mal para que otras no lo repitan. Viendo el aborto desde otra perspectiva…. tenemos que el 60% de las mujeres que han abortado llegan a sufrir una serie de síntomas….que sí que son similares a los síntomas de parasitación espiritual de los que hemos mencionado en varias ocasiones…. culpa, angustia, ansiedad, depresión, baja autoestima, insomio, diversos tipos de neurosis y de enfermedades psicopáticas, tendencia al suicidio, pesadillas, ira, rabia, odio, conducta autodestructiva, incapacidad para dar amor  etc.   Y puede que no estemos tan errados en comparar estos síntomas que se presentan en ese gran porcentaje de mujeres que han abortado, y es porque como les presentamos hace tiempo, el satanismo está a la orden del día, sirviendo en bandeja de plata, ofreciendo abortos incluso gratuitos a tantas chicas “que lo necesitan”, clínicas abortistas que están dirigidas y manejadas por SATANISTAS…. bebés que son asesinados para cumplir con una cuota de sacrificios de los que nadie quiere hablar… todos están más preocupados por presentar el aborto como una medida, como una salida a un problema que una mujer llega a tener en un momento determinado de su vida pero… por qué la única solución que se presenta a estas mujeres es la de abortar y no la de hacerla reflexionar ante la vida?…  Por acá dejo el fragmento de la entrevista a la modelo y que nos deja mucho a pensar desde el punto de vista espiritual y la importancia del arrepentimiento, del perdón, la no repetición y sobretodo, el de dar testimonio para evitar que muchas mujeres caigan en la misma trampa que como hemos podido ver, puede tener dos caras, una del mundo físico y otra de trasfondo espiritual Talvez sea esa la razón de por qué todos promueven el aborto como si se tratara de  cambio de ropa o cambio de color de cabello, para ocultar los efectos secundarios e implicaciones que hay de ese lado que no vemos  
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Testimonio de ex nueva era, ex brujo, ex satanista sobre el aborto y rituales de sacrificio  http://nuevoordenmundialreptiliano.blogspot.com/2017/08/aborto-y-satanismo-zachary-king-ex.html
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akros-interdidak · 8 years ago
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Asociaciones para discapacitados motores y parálisis cerebral
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Las asociaciones para discapacitados motores y parálisis cerebral son de distinta naturaleza. Debido a la variedad de causas de discapacidad, es tal la cantidad de asociaciones que resulta imposible englobarlas en una sola lista.
Asociaciones para ayuda de discapacitados motores
Se denomina discapacidad motriz a alguna deficiencia que afecta la funcionalidad del aparato locomotor.
Discapacidad motriz, definición y causas
La discapacidad motriz provoca, entre otros síntomas, impedimentos de la movilidad, bajo tono muscular, deficiencias en las motricidades gruesa y fina, problemas para hablar, o movimientos incontrolados. Entre las causas de las discapacidades motrices se dan los siguientes grupos:
Prenatales. Adquiridas durante el embarazo. Las causas pueden ser enfermedades metabólicas debido a incompatibilidad entre los grupos sanguíneos paternos, o a causa de infecciones adquiridas durante la gestación.
Causas perinatales. Se dan durante el alumbramiento debido a la prematuridad del bebé, falta de oxigenación u obstrucción de las vías respiratorias durante el parto. La duración superior a lo normal del mismo, denominada anoxia, también constituye en n factor de riesgo.
Postnatales. Aquellas que sobrevienen tras el nacimiento. Entre ellas entran las infecciones de la infancia como la meningitis, falta de oxigenación producida por ahogamientos, envenenamiento por plomo, e incluso traumatismos y hemorragias cerebrales a causa de los malos tratos recibidos.
Accidentes. Tras un accidente o traumatismo, la movilidad puede afectarse hasta el punto de sufrir pérdidas severas de movilidad, de uso de los sentidos, e incluso daño cerebral adquirido. En este último caso, existe deterioro de las funciones cerebrales superiores.
Lista de asociaciones de discapacitados motores
Debido a la variedad de causas, es tal la cantidad de asociaciones que es imposible incluirlas a todas. La lista se trata de una aproximación a unas pocas de ellas que disponen de portal web.
ApanefA. Siglas de la Asociación de Pacientes Neurológicos y familiares, denominada en la actualidad: Asociación de Daño Cerebral Sobrevenido de Madrid. La asociación,  declarada de Utilidad Pública,  nació por obra de familiares de pacientes del Hospital Ramón y Cajal. En la actualidad, la integran más de 900 familias, y que fue una de las 5 asociaciones regionales
Cocemfe. Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica, es una ONG sin ánimo de lucro que aglutina cerca de 1.600 organizaciones a nivel regional, provincial y local. En 2010 obtuvo el Sello de Compromiso hacia la Excelencia Europea 200+ gracias a su sistema de gestión.
Famma. Cocemfe Madrid, Federación de Asociaciones de Personas con Discapacidad Física y Orgánica de la Comunidad de Madrid, es una ONG sin ánimo de lucro declarada de Utilidad Pública Municipal por el Ayuntamiento de Madrid y el Ministerio del Interior. Es miembro de la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (Cocemfe), y socio fundador del Comité de Entidades de Representantes de Personas con Discapacidad de la Comunidad de Madrid.
AdEla. Asociación Española de ELA. Asociación al servicio de familiares y enfermos de esclerosis lateral y otras patologías de la motoneurona. Organización sin ánimo de lucro de actividad a nivel estatal declarada de utilidad pública.
ACIME. La Asociación de Caballeros Inválidos y Mutilados Militares de España (Asociación Española de Militares y Guardias Civiles con Discapacidad),  es una  ONG integrada por miembros de las FF.AA. y cuerpos de seguridad del estado que adquirieron una discapacidad por heridas, enfermedades o lesiones. Cuida de las necesidades e intereses morales y socioeconómicos de las personas que han quedado sin la protección del Cuerpo de Mutilados.
En 2006, la ACIME se incorporó al Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad, CERMI, como miembro asociado de pleno derecho. La asociación se integra en la Federación Mundial de Antiguos Combatientes, FMAC, que aglutina organizaciones de inválidos de  más de 63 países.
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fairytale-feeling · 6 years ago
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Two on the way
- Traigo los resultados de tus exámenes -dijo el hombre de bata blanca mientras la rubia identificaba el pequeño parche circular en su brazo de donde habían sacado sangre. No dijo nada. - Tus plaquetas te están dando problemas de nuevo - Le comentó, seguramente ya había revisado el historial clínico de la noche-. Además de algo más... -dijo alzando la mirada de las hojas que revisaba y Adela en ese instante pudo reconocer lo que era y apenas ladeó el rostro, sigilosa. - Estas embarazada, Adela -pronunció y bastó que escuchara para negar suavemente con su cabeza.
[...]
- Aquí hay un embrión -señaló el médico a ambas y parecía buscar el otro-. Es difícil encontrarlos antes de la sexta semana -comentó mientras fruncía su ceño y sus ojos se abrieron levemente-. Dos -murmuró y miró a Adela, quien seguía igual de aterrada que momentos atrás-. Son dos -confirmó con una leve sonrisa y regresó hacia la pantalla, tomando las medidas y todo lo típico, mientras que la rubia miraba a Lottie como si no pudiera creer que dentro de ella crecerían dos bebés.
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